El gran reto: la educación ambiental

El cambio climático ha pasado de ocupar unas cuentas líneas en la información de nuestras vidas a convertirse en el foco central de las decisiones que se toman a mundial. Sus consecuencias sobre la salud, la seguridad, el abastecimiento de los recursos para los pueblos, la economía ya no son sólo predicciones. El cambio climático es la amenaza medioambiental más grande de nuestro tiempo.

 

En Harca Marketing Sostenible nos recordamos cada día cómo podemos contribuir a mitigar los impactos que nuestro propio uso de los recursos causa.

 

 

 

 

Hoy, en nuestro blog de marketing y sostenibilidad nos gustaría hablar de uno de nuestros grandes aliados contra la amenaza del cambio climático: la educación ambiental.

 

 

La educación ambiental está reconocida a nivel internacional como una necesidad para formar a individuos capaces de afrontar los retos del desarrollo sostenible, capaces al fin de mostrar una sensibilidad con la naturaleza y los seres vivos. Sin embargo, nos encontramos con serias dificultades si pensamos en una educación ambiental formal, más bien esta se ha relegado a un segundo plano y podríamos pensar que se ha dejado al albedrío y la propia responsabilidad de los profesionales de la educación.

 

Si bien puede parecernos suficiente que sean los propios profesionales quien de forma voluntaria y personal inculquen a los niños y jóvenes el respeto por el medio ambiente, la educación ambiental debería ser prioridad, pareja a la educación en valores y la educación inclusiva en cada uno de los centros educativos. Porque al igual que ocurre muchas veces con la responsabilidad social corporativa, entregar la educación ambiental a los buenos deseos es como poco menospreciar su gran poder para el cambio.

No son pocas las demostraciones que nos llegan a través de noticias que verifican que la educación es el camino del desarrollo. Y esto es así tanto en comunidades desarrolladas como en aquellas con menos recursos, pero ocurre que sobre todo, son aquellas iniciativas en los pueblos más desfavorecidos, las que más nos inspiran ya que son la forma más visible de recordarnos que se puede lograr hacer de este mundo un lugar mejor.

 

 

 

Y esto mismo es lo que pensé al leer un artículo publicado en Planeta Futuro titulado “Del vertedero a la universidad” en el que se contaba la situación de los niños y jóvenes que trabajan en basureros de América Latina y en como la iniciativa de un empresario asturiano llamado Óscar Faes, que funda la ONG Cometas de Esperanza, consigue acercar a estos niños a la educación, incluso a la universidad, y la gran esperanza de una vida mejor que esto supone para todos ellos.

 

Realmente, la educación en todas sus variantes, que al final se resumen en que compartan las premisas de la tolerancia, la paz y el respeto por las personas y la naturaleza es algo que debe estar en la primera fila de nuestros compromisos.

 

 

 

Desde la propia educación en el seno de la familia, hasta la otorgada por los docentes, o aquella promovida por las empresas, todas deben formar parte del desarrollo sostenible, y esto no es más que promover el amor por los recursos que nos rodean y motivar a la solidaridad con los demás, en pocas palabras, la educación que necesitamos es aquella que inspire el amor por la vida.

 

 

 

Pueden encontrar el artículo citado en:

 

http://elpais.com/elpais/2016/01/21/planeta_futuro/1453375475_604738.html

 

 

 

 

Cristina Sanabria Lagar: Soy una cuidadosa y sensi­ble investigadora de la comunicación responsable, so­cial y ética; de la publicidad y el marketing sostenible. Lidero un proyecto en el que defendemos una forma de trabajo que no sólo puede hacer del mundo un lugar me­jor, sino que también ayudará a diferenciar a tu empresa y elevar su valor.

 


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